El ministerio de Eliseo se encuentra en muchos aspectos en vivo contraste con el de Elías. Hay una dulzura en ello que inevitablemente nos recuerda la del Mesías mismo en su día. En lugar de aparecer repentinamente en momentos críticos, con truenos y llamas, parece haberse movido entre la gente, haciendo el bien dondequiera que venía. De hecho, los ministerios de Elías y Eliseo parecen sugerir de muchas maneras los ministerios de Juan el Bautista y Jesús.

En este capítulo tenemos cuatro ejemplos del método de Eliseo: su provisión para la necesidad de la viuda, cuyos acreedores la amenazaban; su bondad para con la mujer sunamita, que le había mostrado hospitalidad; en Gilgal su curación del potaje; y la alimentación de cien hombres con veinte panes.

Durante todo este tiempo estuvo al frente de las escuelas proféticas y, viajando de un lugar a otro, llegó a ser conocido en todas partes como el mensajero de Dios. La sencillez de su vida se sugiere en la provisión que la mujer sunamita, a pesar de ser rica, hizo para satisfacer su evidente exigencia. Su apartamento era una pequeña cámara en la pared que contenía una cama, una mesa, un taburete y un candelabro. Su dignidad se manifiesta en la actitud de la gente hacia él, especialmente la de la mujer sunamita, quien, en su conversación con él, se paró en la puerta, reconociendo el carácter sagrado de su cargo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad