Aún bajo el período de la sexta trompeta, sigue un interludio, que narra los eventos que se preparan para el sonido de la séptima y última trompeta. Un ángel viene para hacer un anuncio sumamente importante, a saber, que no habrá más demora, que al tocar la séptima trompeta por el séptimo ángel, el misterio de Dios habrá terminado.

Ahora se le ordenó al vidente que tomara el libro y se lo comiera. Esta figura de comerse el libro es familiar y sugiere la alimentación del alma con la Palabra de Dios. Es a eso a lo que el vidente fue llamado de nuevo. Tal alimentación lleva a los hombres a tener comunión con Cristo y Dios. Hay una comunión en el gozo, y el libro es dulce; también en el dolor, porque hay amargura; y una vez más en el servicio, porque los que así comen deben profetizar.

Esta triple experiencia llega a todos los que estudian el desarrollo del propósito y el proceso divinos. El gozo de la seguridad del gobierno divino siempre va acompañado de las señales de dolor por los arruinados, los que no se arrepienten y los incrédulos. Esta doble conciencia tuvo su manifestación central en la historia cuando Jesús lloró por Jerusalén y pronunció su condenación. Por lo tanto, cuando la revelación de los juicios finales está a punto de darse, el hombre admitido en el secreto del Señor está llamado a compartir el gozo, la tristeza y el servicio.

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