Se pide a Juan que mida el templo. En tales medidas, la corte de los gentiles no debe ser reconocida. Muestra a Dios tratando con el mundo a través de su pueblo elegido.

El relato de los dos testigos debe tenerse en cuenta en relación con el reconocimiento del templo. Su trabajo consistirá en comunicar la voluntad de Dios a una época en rebelión contra él. Ninguna malicia puede llevar a cabo la destrucción de estos testigos hasta que termine su trabajo. Cuando se hace eso, son asesinados, y se oye el espantoso sonido de una raza apóstata que se regocija en el silenciamiento de las voces de la verdad.

El triunfo del mal es terrible, pero de corta duración. Finalmente, los testigos son resucitados de entre los muertos y llevados a los lugares celestiales. A través de ellos, Dios pone el ministerio sobrenatural de la verdad frente a las influencias sobrenaturales del poder y la adoración demoníaca. Cuando por fin parece triunfar el mal, se asegura su propia derrota.

Por fin, el séptimo ángel suena e inicia los movimientos finales antes de la completa victoria del Rey. Las voces en el cielo declaran que Dios y Su Cristo se han apoderado del gobierno del mundo. La ocasión da motivo para el más profundo agradecimiento, y los ancianos en presencia de la Realeza Suprema caen sobre sus rostros y adoran. En su alabanza se exponen los acontecimientos inminentes, que se describirán con más detalle más adelante.

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