Si bien los temas necesariamente se entremezclan en este punto, pasamos de la contemplación de los juicios de Jehová al tratar con Faraón a la de la liberación en Su trato con Israel. Como estas personas iban a pasar a la constitución nacional, se modificó el calendario. Se estableció un rito que se llamó ordenanza, fiesta, sacrificio. Así, desde el principio, se recordó a la nación que estaba arraigada en el hecho de la liberación realizada por Dios mediante el sacrificio.

Se cuenta la historia del éxodo real. Ciertamente fue, como escribe el historiador sagrado, "una noche para ser muy observada". Fue una noche en la que un pueblo pasó de la esclavitud a la libertad, del látigo de la opresión al lugar del poder bajo la autoridad, de la degradación a la realización de la vida nacional. Con ellos se desvaneció una multitud mixta que constituía un elemento de peligro, como lo demostrará el rastreo de su historia a través de libros posteriores.

Ese éxodo y la fiesta de la Pascua fueron proféticos. Fueron necesarias largas edades para desarrollar plenamente el significado, pero con el tiempo su simbolismo se puso de manifiesto y Pablo pudo escribir: "Nuestra Pascua también fue sacrificada, el Cristo ... por tanto, celebremos la fiesta".

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