Algunos de los ancianos de Israel vinieron ahora a Ezequiel, evidentemente para escuchar el mensaje que tenía que entregarles. La palabra del Señor le reveló que cualquiera que fuera su actitud exterior, en el fondo eran idólatras, y se le encargó que les declarara que, aunque la idolatría permaneciera en su corazón, estaban necesariamente alejados de Jehová. Iba a pedirles que volvieran a Jehová, y dejarles perfectamente claro que mientras mantuvieran la idolatría en su corazón, la única respuesta de Jehová para ellos debía ser el castigo, advirtiéndoles que si escuchaban los mensajes de los falsos profetas, ellos y los profetas serían destruidos juntos.

Esta decidida actitud de juicio fue luego explicada a Ezequiel, primero mediante una declaración de principios. Esa declaración fue que en días de corrupción deliberada y persistente, hombres tan justos como Noé, Daniel y Job no pudieron evitar la operación de venganza, sino que solo salvaron sus propias almas por su justicia. Esta declaración de principio, al tiempo que insiste en la inevitabilidad del juicio. Sin embargo, también reveló claramente la justicia y discriminación del método divino.

Si Noé, Daniel y Job no pudieran evitar el juicio, ellos mismos serían salvados por su justicia. La doble verdad se manifestó entonces aún más claramente en la aplicación directa del principio a Jerusalén. Se determinaron cuatro duros juicios contra la ciudad, pero un remanente sería entregado, y escapar a Ezequiel lo consolaría, ya que demostraron que todo lo que el Señor había hecho no había sido sin motivo.

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