Mientras el profeta yacía postrado, escuchó una voz que le ordenaba que se pusiera de pie, y la entrada del Espíritu le dio poder de inmediato para hacerlo. Luego fue comisionado para entregar el mensaje de Dios a los hijos de Israel, de quienes se describió que habían transgredido contra Jehová y que eran "insolentes y tercos de corazón". Se le encargó que entregara el mensaje de Dios ya sea que lo escucharan o lo dejaran de lado. Se reconoció la dificultad de su trabajo y se advirtió al profeta que no se rebelara como ellos lo habían hecho. El encargo fue ratificado por el simbolismo de un rollo entregado a Ezequiel.

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