En este capítulo vemos a Lot y Abram en circunstancias diferentes, lo que resulta en el primer caso por elección personal y en el segundo por elección de Dios. Lot estuvo involucrado en problemas por asociación. Había elegido su posesión, había levantado su tienda hacia Sodoma y finalmente se mudó a Sodoma. Deseando los privilegios de Sodoma, había adoptado la política de Sodoma y se había convertido en partícipe del peligro de Sodoma. Abram, el hombre por quien Dios eligió, estaba en el lugar de la separación del peligro y vivía en paz y prosperidad.

Sin embargo, acudió de inmediato en ayuda de Lot y obtuvo una victoria completa sobre los reyes que se le oponían. A pesar de esta victoria, Lot volvió a trasladarse a Sodoma y se estableció allí.

Después del conflicto con los reyes, el hombre de fe se sintió reconfortado por la aparición de Melquisedec. Muy notable es esta aparición en este momento. Las únicas otras referencias a Melquisedec se encuentran en un salmo y en un escrito del Nuevo Testamento donde se le nombra en su sacerdocio, un tipo de Cristo.

Abram rechazó la recompensa que le ofreció el rey de Sodoma. La bendición de Melquisedec había sido todo lo que su corazón deseaba; y al rechazar las recompensas ofrecidas por el rey de Sodoma, citó las mismas palabras de Melquisedec: "Dios Altísimo, poseedor del cielo y de la tierra".

Las lecciones de esta historia son obvias.

En el caso de Lot, se ve que la voz de Dios, desobedecida, se vuelve inaudible y las circunstancias más alarmantes no logran despertar la conciencia. En el caso de Abram, se ve que una actitud correcta hacia Dios crea una actitud correcta hacia todos los hombres. Estaba ansioso por ayudar a Lot, reconoció la superioridad de Melquisedec y se dio cuenta rápidamente del peligro de recibir regalos del rey de Sodoma.

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