El profeta vuelve a denunciar la alianza con Egipto. Él declara que el pecado es una confianza falsa como consecuencia de que el pueblo escogido ponga la espalda en Jehová. Su insensatez se manifiesta en el hecho de que todos sus complots no pueden eludir a Jehová, que es sabio, y ciertamente procederá contra los obradores de iniquidad.

Luego describe la actitud de Jehová, primero como Aquel en cuyo poder el pueblo está tan seguro como la presa en manos del león, y sin embargo, está decidido a proteger, liberar y preservar a Jerusalén. En vista de esta revelación de la actitud divina, el profeta exhorta a la gente a volverse hacia Aquel de quien se habían rebelado. Él anticipa su obediencia y describe cómo en el día de su regreso desecharán sus ídolos. Esta es su verdadera política, porque cuando hagan esto, los asirios caerán, no por la espada de un hombre, sino por el acto de Jehová.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad