En el segundo movimiento de la profecía que trata de la condenación de Babilonia y la responsabilidad de Israel, Jeremías primero repitió sus declaraciones con respecto a la determinación de Jehová de producir el derrocamiento completo de Babilonia, y así asegurar la liberación de Su pueblo.

Luego, en un pasaje lleno de fuerza y ​​belleza, Jeremías describió la invencibilidad de Jehová. Él es el Creador, el sonido mismo de cuya voz crea tumulto en los cielos, y todas las fuerzas de la naturaleza están bajo Su control. En comparación con Él, el hombre es brutal, y los dioses que hace son vanidad y engaño. A este respecto, la descripción de la grandeza de Jehová en contraste con los dioses falsos tiene la intención de indicar la certeza de la victoria final de Su pueblo sobre el pueblo que confía en los ídolos.

Procediendo a describir el juicio, de nuevo, y más extensamente, reconoció que Babilonia era un instrumento en la mano de Jehová que había usado para juzgar. Jeremías estaba viendo a Babilonia como era entonces, en el apogeo de su poder. Sin embargo, Jehová se declaró a sí mismo contra ella, y su destrucción será tan completa que se convertirá en una desolación sin habitante.

Continuando, el profeta declaró por fin que el propósito del juicio divino de Babilonia era la liberación final de Su pueblo. Se personifica a Sion expresando su queja contra Babilonia, describiendo la crueldad practicada contra ella. Esta queja es respondida por la declaración de Jehová de que él defenderá la causa de su pueblo, haciendo de su desolación un desierto y librando de su cautiverio a un pueblo al que ella había oprimido.

Jeremías luego se dirigió al pueblo de Dios en el nombre de Jehová, llamándolos a que salieran de en medio de Babilonia y volvieran sus rostros de nuevo a Jerusalén. Terminó su profecía sobre Babilonia con una reafirmación de la certeza absoluta de su destino final.

Esta profecía se cierra con un relato del encargo que Jeremías le dio a Seraías de escribir estas palabras y leerlas en Babilonia. Esto sucedió en el cuarto año del reinado de Sedequías, cuando Seraías, que era hermano de Baruc (32:12), acompañó al rey en una visita a Babilonia. Por tanto, si, como es probable, Sedequías conocía esta profecía acerca de Babilonia, se puede entender su repetido cuestionamiento de Jeremías en los últimos días del asedio en relación con el resultado final del ataque de Babilonia a la ciudad.

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