Con esta sección comienza el segundo movimiento en el encargo del profeta. Se trata primero de los pecados de la adoración. Estos son los primeros denunciados. En la puerta del templo, el profeta reprendió al pueblo por confiar en las cosas externas y les dijo que su verdadera seguridad consistía en enmendar sus caminos. Los acusó de haber cometido todo tipo de pecado y, sin embargo, de estar ante Dios en Su casa, imaginando que por este acto externo serían liberados y puestos en libertad para continuar en abominación. Les pidió que aprendieran lecciones de la historia de Silo y de lo que Jehová había hecho con Israel.

Tan terrible era la condición que finalmente se le ordenó al profeta que no orara por el pueblo. Su pecado fue atroz y persistente, por lo tanto, todos sus sacrificios y ofrendas fueron rechazados. Por esta idolatría del formalismo se volvió a pronunciar la sentencia del juicio. Habían profanado el templo y habían construido Tofet como lugar de adoración. Este Tofet se convertiría en "el valle de la Matanza", y todo el júbilo iba a terminar.

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