La simpatía silenciosa siempre crea una oportunidad para que el dolor se exprese. El clamor de Job fue sin duda una respuesta a su simpatía. Hasta ahora, estaba bien y lo habían ayudado. Siempre es mejor contar los oscuros interrogantes del corazón que meditar sobre ellos. Este lamento de Job tiene la naturaleza de un grito de escape, más que una descripción de los dolores opresores. En él hay tres movimientos. La primera consiste en una terrible maldición del día de su nacimiento y la noche de su concepción (1-10). En él, la angustia que odia el solo hecho de ser, se solloza en agonía.

El segundo consiste en lamentación por su conservación (11-19). En él contempló las bendiciones de la muerte. Para él, en estas horas de vivir el dolor, la cesación de la existencia sería, pensó, la mayor bendición, una condición en la que los hombres escapan a los problemas de la vida.

Finalmente, la existencia se lamenta en su propio caso particular, porque se caracteriza por un dolor tan incesante e irremediable (20-26). Es un gran lamento, palpitante de dolor, que expresa los significados del más terrible de todos los dolores, la sensación de misterio, la inexplicabilidad de todo.

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