Después de la muerte de Abimelec, parece que hubo un período de cuarenta años de tranquilidad bajo la dictadura de Tola y Jair.

Después de esto, parece haber estallado un período caracterizado por un abandono casi total del pueblo a la idolatría. La lista de las formas que tomó esta idolatría es espantosa.

El juicio vino esta vez a través de los filisteos y los hombres de Ammón y continuó durante dieciocho años.

Por fin, doloridos y angustiados, clamaron a Dios, y por primera vez en la historia se registra que Dios se negó a escucharlos, recordándoles cuán repetidamente los había liberado y ellos habían regresado a derroteros perversos.

En el mensaje de Su ira, sin embargo, había, como siempre es el caso, claramente evidente un propósito de liberación. Les recordó el reconocimiento de Su poder al invitarles a buscar la liberación de los dioses a quienes habían adorado. Sabían muy bien la impotencia de estos dioses en una hora tan angustiosa. El mismo corazón de Jehová arde a este respecto en una declaración notable. "Su alma se entristeció por la miseria de Israel".

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