Lucas marca con mucho cuidado el tiempo del ministerio de Juan, empleando a un emperador, un gobernador, tres tetrarcas y dos sumos sacerdotes para hacerlo. Por medio de estos nombres se nos da una imagen del mundo de la época: el imperio bajo Tiberio César, la comunidad de Israel dividida y gobernada por cuatro vasallos de Roma, el sacerdocio degradado por un liderazgo dual contrario a toda la ley de Dios. Fue entonces cuando la Palabra de Dios le llegó a Juan, el evento más importante de la época.

Con la llegada de la Palabra a él, Juan se convirtió en una figura pública. Los hombres se agolparon para escucharlo. Fue una severa predicación de arrepentimiento y fue el preludio de la música del mensaje del Mesías. Luego vino el Mesías mismo. En su bautismo recibió un sello doble: la declaración directa del agrado de Dios y la unción del Espíritu.

En este punto, Lucas habla de la edad de Jesús, alrededor de los treinta, y da su genealogía real, rastreando desde María y David hasta Adán.

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