Continuando con las instrucciones relativas a los levitas, tenemos un relato minucioso de su trabajo en relación con el movimiento y la marcha del pueblo. La familia de Coat se hizo responsable de llevar los muebles sagrados. Estos muebles no se les permitió ver ni tocar. Aarón y sus hijos entraron primero al Lugar Santo y cubrieron cada pieza sagrada, colocando las varas que iban a reposar sobre los hombros de los levitas. En la marcha estos estaban a cargo de Eleazar, quien también llevaba el aceite de la unción y el incienso dulce.

El deber de llevar las cortinas y las tiendas que constituían el tabernáculo mismo recayó en los gersonitas.

Las tablas, las barras, los pilares y todas las demás cosas que formaban los cimientos sobre los que descansaban las cortinas sagradas se encomendaron al cuidado de los meraritas.

Todo esto es técnico y, sin embargo, no se puede estudiar sin darse cuenta de cómo enfatizó la importancia de la relación del pueblo con Jehová. Los símbolos sagrados de esa relación debían guardarse tan cuidadosamente en la marcha hacia adelante como cuando se encontraban en el orden adecuado en el centro de la gente acampada.

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