El relato de los arreglos para el servicio de los levitas se da completa y cuidadosamente en este capítulo y en el siguiente. En los ritos hay ciertas cuestiones de principio que tienen un valor permanente. Primero está el hecho de la separación de esta tribu por arreglo divino al servicio sagrado del santuario. Siempre debe tenerse en cuenta que los levitas ocupaban ese puesto en una capacidad representativa.

La disposición original era que el primogénito de cada familia debía ser apartado para la obra del sacerdocio. Con toda probabilidad, en aras de la cohesión y el orden, esta tribu fue designada ahora para representar al primogénito. Esto lo hicieron, hombre por hombre, y su número en este período era de veintidós mil. Cuando se hizo el censo de los primogénitos, se encontró que había 273 primogénitos más que los levitas.

A estos primogénitos no representados se les ordenó pagar un precio de redención dedicado al servicio del santuario. Todos estos arreglos enfatizaron solemnemente para el pueblo la importancia suprema de la adoración y al mismo tiempo les revelaron el orden de Jehová. Es interesante recordar que aunque Nuestro Señor según la carne no era de la tribu de Leví, Él era el Primogénito y, por tanto, según la provisión original, un Sacerdote.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad