El último discurso es un contraste entre la sabiduría y la locura. Cada una está personificada como una mujer que llama a la juventud. La sabiduría edificó su casa, y extendió su banquete en los lugares altos de la ciudad. Ella llama a la fiesta de la vida. La locura con el atuendo de la mujer mala se sienta a la puerta de su casa, también en los lugares altos de la ciudad. Ella también llama a una fiesta, pero es la fiesta de la muerte.

Entre las dos descripciones hay un pasaje que revela el hecho de que el efecto que se produzca dependerá de la actitud de los que escuchen (versos Pro 9: 7-11). El que se burla, se avergüenza y es inútil reprenderlo. Entonces, ¿cuál es esta primera sabiduría que se expresa en la voluntad de aprender y adquiere una sabiduría aún mayor? Es el temor de Jehová y el conocimiento del Santo. En cada ciudad, en cada calle, en cada puerta de oportunidad, estas dos voces de sabiduría y locura atraen a los hombres.

Obedecer el llamado de la sabiduría es vivir. Ceder al clamor de la locura es morir, ¿cómo discerniremos entre las voces? Haciendo del temor de Jehová la inspiración central de la vida. Al entregarle el ser más profundo a Él para que lo corrija y lo oriente.

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