Siguiendo la idea del ascenso del adorador a la ansiada casa de Jehová, tenemos en este cántico una expresión de la firme confianza del alma en Jehová. El alma primero afirma la confianza como una experiencia, luego la respira como una oración y finalmente cuenta las circunstancias que provocan el clamor. Tomando lo último en primer lugar, podemos imaginarnos a este peregrino que ha estado habitando en medio de los impíos partiendo hacia el lugar de culto, y con ese mismo hecho suscitando nuevamente el desprecio desdeñoso de esta gente. Esto aflige su alma, pero se convierte en motivo de oración pidiendo la misericordia de Jehová.

Esta oración, nacida de tal experiencia, se basa en la relación del peregrino con Jehová. A Él, el entronizado, se alzan los ojos. Esta es la reafirmación de la verdad cantada en la canción anterior Salmo 121:1 ). Las figuras de la relación están llenas de belleza. Los ojos miran a Jehová como al Amo de la casa, que manda, guarda y suple todas las necesidades de Sus siervos.

Poner la vida en adoración en una época impía es siempre objeto de desprecio y desprecio. ¿Qué importa? Los ojos de los peregrinos de Jehová se elevan al trono alto, sobre todo el tumulto y la contienda de lenguas.

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