El verdadero significado de este salmo es el de la experiencia de la adoración. Es algo extraño que el notable contraste entre la primera (vv. Sal. 27: 1-6) y la segunda (vv. Sal. 27: 7-14) haya dado lugar a la opinión de que dos hombres han escrito el salmo, o si una persona es el autor, debe haberlos escrito en diferentes momentos. El salmo revela la verdadera actitud y el ejercicio del alma adoradora. La alabanza y la oración se suceden en su verdadero orden. Primero la ofrenda de alabanza debida a la conciencia de Jehová. El derramamiento de la necesidad del corazón hacia Aquel a quien se adora.

La concepción de Dios revelada en la primera mitad posibilita el abandono de las peticiones en la segunda mitad. El Dios que es luz, salvación y fuerza, que se esconde en su pabellón y levanta el alma sobre la roca, es Aquel cuyo rostro será un hombre, abandonado por padre y madre, perseguido por adversarios y calumniado por enemigos. apelar más fácilmente. Este es el significado del mandato del versículo final.

Cuando los hosanna languidecen en nuestra lengua es porque no comenzamos con Jehová. Verlo primero en la hora de la comunión, y alabarlo, es poder sin reservas derramar toda la historia de nuestro dolor en su oído, y saber que cuando el alma le suplica que no deseche, puede afirme con confianza: “Jehová me llevará”.

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