Es notable la colocación de este cántico inmediatamente después del que presenta el hecho de la entronización de Jehová. Crea un contraste, mientras sugiere una continuidad de ideas. El contraste se ve en el hecho de que, si bien el salmo anterior celebra la victoria de Jehová sobre toda oposición, este es un llamamiento a Él en circunstancias en las que Sus enemigos parecen triunfar. Sin embargo, la continuidad de las ideas es igualmente evidente.

¿A quién debería volverse Su propio en tiempos de tal angustia, sino a Aquel que se sienta muy por encima de la fuerza y ​​la furia del diluvio?

El salmo tiene tres movimientos principales. Primero, una apelación a Jehová el Poderoso, en presencia del triunfo de los impíos (vv. Sal. 94: 1-7). A esto le sigue un discurso a los que dudan debido a la aparente inactividad de Dios. Se les recuerda que Dios escucha, ve y debe actuar (vv. Sal. 94: 8-11). Finalmente, el canto vuelve a convertirse en una oración en la que la fe hace sus grandes afirmaciones. El período de espera es uno de bendito castigo.

Jehová no puede finalmente desechar a Su pueblo. La experiencia pasada lo atestigua. El mal de esos enemigos aparentemente victoriosos hace que sea imposible creer que puedan tener comunión con Dios. Por tanto, las últimas palabras hablan de la confianza del salmista.

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