Los mercaderes de estas cosas que se enriquecieron con ella se mantendrán lejos por temor a sus tormentos, llorando y lamentándose, diciendo: “¡Ay, ay, de la gran ciudad! La que estaba vestida de lino fino, púrpura y escarlata, y adornada de oro, piedras preciosas y perlas. Porque en una hora son asoladas tantas riquezas.

Al considerar a la mujer, la ven como era en su esplendor, y se lamentan porque ya no pueden proporcionarle tales cosas en gran provecho para ellos. Pero esto también le recuerda al lector cuán temporales son esas cosas. Los dos ay de nuevo nos recuerdan la quinta y sexta trompetas.

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