En aquellos días yo, Daniel, estuve de luto durante tres semanas enteras. No comí pan delicioso, ni entró carne ni vino en mi boca, ni me ungí en absoluto hasta que se cumplieron tres semanas.

No se nos dice por qué Daniel estaba de luto. Quizás le habían llegado noticias de la terrible situación de los exiliados que habían regresado a Jerusalén por instigación de Ciro, o quizás estaba de luto por el significado de las visiones que había recibido, orando por la misericordia de Dios para los involucrados. Pero la seriedad de su duelo se manifiesta en que duró "tres semanas enteras" ("tres semanas, días"). Los días se añaden para demostrar que las tres semanas debían tomarse literalmente ("tres semanas" normalmente podría significar una y un poco a tres semanas).

Durante ese tiempo, solo bebió agua y comió comida sencilla. Y se abstuvo de los preparativos habituales para conocer gente. (El énfasis en lo que evitó cuenta en contra de que no tenga nada de comida).

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