Entonces ellos respondieron y dijeron delante del rey: “Que Daniel, que es de los hijos de la cautividad de Judá, no te tiene en cuenta, oh rey, ni el interdicto que has firmado, sino que hace su petición tres veces al día”. Entonces el rey, cuando escuchó estas palabras, se disgustó mucho, y puso su corazón en liberar a Daniel, y trabajó duro para rescatarlo hasta la puesta del sol. '

Tenga en cuenta sus métodos. Llamaron la atención sobre el hecho de que era un extranjero, que deliberada y provocativamente no hacía caso del rey, y que infringía presuntuosamente el decreto y lo hacía con regularidad.

Pero el rey no se dejó engañar. Ahora se dio cuenta de lo que habían estado haciendo estos hombres y de que lo estaban logrando gracias a su propia locura. Estaba enojado consigo mismo y enojado con ellos. En realidad, no le había preocupado ser el único mediador. En lo que a él respectaba, había sido solo una formalidad, un gesto. Así que se dispuso a ver qué podía hacer para remediar la situación.

Probablemente consultó con abogados para examinar cuidadosamente la redacción y descubrir si había alguna forma de remediar la situación. Sin duda, estudiaron el decreto con detenimiento. Pero había sido redactado para enfrentar tal eventualidad. Después de luchar durante el resto del día, no pudieron encontrar la manera de evitarlo. Bien puede ser que mientras tanto fueron los abogados quienes pudieron contarle algo de la historia pasada de Daniel y sugerir que tal vez su Dios podría cuidarlo.

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