"Y el SEÑOR azotó a Faraón ya su casa con grandes plagas, a causa de Sarai, la mujer de Abram".

Es de suponer que el faraón debe haber visitado el palacio particular donde Sarai estaba en el harén y claramente se produjo una terrible enfermedad allí. Luego se harían preguntas sobre los recién llegados para explicar el problema, y ​​se consultaría a los adivinos. Dios pudo haberles hablado como luego habló con el adivino Balaam. Ciertamente, de alguna manera aprendieron la verdad sobre Sarai.

Incluso es posible que Abram o uno de sus sirvientes hubieran hecho los arreglos necesarios para que la noticia llegara a oídos de alguien influyente. Debe haber estado devastado por lo que había sucedido y no haber sabido qué hacer al respecto. Pero cuando le llegó la noticia de la enfermedad en el palacio, pudo haberlo visto como una oportunidad dada por Dios, y actuó. Alternativamente, Sarai pudo haber comunicado el mensaje a alguien influyente en el harén y hablado de lo que haría el Dios de Abram a la luz de las circunstancias.

Sin embargo, para el escritor lo más asombroso fue que Yahvé podía afligir a Faraón. El faraón era una figura distante y temerosa a la que ni siquiera los egipcios se acercaban fácilmente, un dios y uno a quien temer. Pero el incidente le demuestra que los dioses de Egipto no son rival para Yahvé. Su poder claramente lo abarca todo. Esta es una de las principales lecciones del relato.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad