"Y para que hagas una distinción entre lo santo y lo común, y entre lo inmundo y lo limpio",

El siguiente punto importante es la distinción entre lo santo y lo común (lo profano), lo limpio y lo inmundo. Esta distinción se abordará más adelante en Levítico en detalle. Pero el punto está siendo señalado por él que Dios es santo, y que nada que no sea menor a esa santidad debe ser permitido en Su presencia. Nada que sea ritualmente inmundo debe entrar en el Santuario y sus recintos, porque lo contaminará. Por tanto, Dios ordena que sea responsabilidad de los sacerdotes hacer la distinción y asegurarse de que se observe.

La impureza abarca una amplia variedad de cosas y estados, desde las diferencias entre lo que se puede comer y lo que no, y lo que se puede tocar y lo que no, hasta las imperfecciones y secreciones corporales, la impureza resultante del contacto con la muerte, etc. a la inmundicia causada por la desobediencia a los mandamientos de Dios, y esa inmundicia debe ser eliminada antes de que los hombres entren en el Santuario. Porque Dios es santo, y es deber del sacerdote discernir si los hombres son limpios o inmundos, e instruirlos en todos estos asuntos para que ellos mismos puedan discernir su propio estado.

El énfasis está en la importancia de mantener el santuario y sus recintos santos para traer a casa la santidad de Dios. Significaba que la preocupación por la santidad se convertiría en una preocupación diaria para todas las personas, tanto física como moralmente.

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