“Id, pues, a las bifurcaciones de las carreteras, y todos los que encontréis, os invito a la fiesta de bodas”.

Así que les dijo a sus siervos que fueran a los que estaban fuera de la ciudad rebelde, a los que se encontrarían en la bifurcación de las carreteras, en las intersecciones de carreteras, donde presumiblemente se reunían hombres, hombres que no habían recibido ninguna invitación. Y quienquiera que encontraran allí, debía presentar una oferta para el banquete de bodas. Las autoridades de la ciudad, con sus compinches, pueden rechazar al hijo del rey, pero habría muchos que no lo harían (como demostró Su bienvenida a Jerusalén por parte de los peregrinos). Y al comer en su mesa, estaban indicando su lealtad hacia él.

Los discípulos no habrían tenido ninguna duda de que esa era su responsabilidad. Debían acudir a la misma clase de gente a la que había ido Jesús en Galilea: los pobres, los necesitados, los cojos y los ciegos.

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