La persecución continuó hasta Aijalon. Cuando se detuvo, la gente exhausta voló sobre el ganado y las ovejas y se los comió con la sangre, un pecado ritual ( Génesis 9:4 *, Levítico 17:10 *), por lo que Saúl se angustió mucho; evidentemente era puntilloso en cuanto a las observancias religiosas. Hizo que se erigiera una gran piedra a modo de altar, e hizo sacrificar a los animales para comer en forma adecuada de sacrificio.

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