1 Samuel 4:22

No sabemos su nombre, ni sus años, ni su carrera anterior, esta pobre mujer quebrantada que murió con estas palabras en los labios. Sin duda su corta vida había tenido sus destellos de sol, pero en nuestra memoria permanece una imagen de la más profunda tragedia, y después de estos minutos de suprema angustia vuelve al silencio de donde vino. Hay algo que viene muy directamente a nuestra simpatía en la imagen de alguien bastante golpeado, alguien que se ha rendido por completo, con el corazón roto. No fue con esta mujer el desaliento pasajero a través del cual los seres humanos vuelven a entrar en la alegre luz del sol. Con ella fue el último de esta vida; y así, rindiéndose, murió.

I. Vemos en la esposa de Finees piedad y patriotismo.

Dejando a un lado sus propias pérdidas individuales, resumió lo que la había matado en un lamento lamentable: "La gloria se fue de Israel, porque el arca de Dios fue tomada". De hecho, hay algunos que, en circunstancias tan desesperadas como las de Israel en ese día negro, se habrían puesto a la altura de la necesidad de la ocasión y se hubieran ido, con corazón y alma, a la obra de arreglar las cosas nuevamente. Así era Lutero; tal era Knox. Pero son pocos los que Dios les ha dado tanta fuerza y ​​valor.

II. La gran lección que transmite el texto es que la gloria de una nación depende de la presencia de Dios en ella; es decir, en su carácter religioso, en su solemne aferramiento a lo correcto y aborreciendo lo incorrecto.

III. La gloria se fue de Israel cuando se tomó el arca de Dios. Ese fue el emblema, la flor, la culminación de toda la fe y consagración nacionales. La pérdida del simple cofre de madera no fue nada, excepto como un recordatorio de la pérdida vital y esencial de la presencia de Dios que había ocurrido antes. El Espíritu es el que da vida; es la sincera realidad de la adoración la única que vale; la forma exterior, excepto en la medida en que expresa el espíritu y es instinto con él, no beneficia en absoluto.

AKHB, Los pensamientos más graves de un párroco rural, tercera serie, pág. 57.

Referencias: 1 Samuel 5:2 . Spurgeon, Sermons, vol. xxiii., núm. 1342. 1 Samuel 5:4 . A. Scott, Christian World Pulpit, vol. xxi., pág. 237. 1 Samuel 5:7 .

J. Ker, Sermones, segunda serie, pág. 162. 1 Samuel 6:9 . Revista homilética, vol. vii., pág. 257. 1 Samuel 6:20 . Obispo Thirlwall, Buenas palabras, 1876, pág. 17. 1 Samuel 7:3 .

Parker, vol. VIP. 269. 1 Samuel 7:8 . Revista homilética, vol. xi., pág. 140. 1 Samuel 7:12 . Spurgeon, Sermons, vol. ix., No. 500, y Morning by Morning, pág. 365; G. Matheson, Momentos en el monte, pág. 201. 1 Samuel 7:15 . GB Ryley, Christian World Pulpit, vol. xiii., pág. 206 1 Samuel 7:17 . Parker, vol. vii., pág. 61.

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