1 Timoteo 1:18

Hay algunos aspectos en los que la idea de la guerra se aplica a la vida de todos, y hay otros aspectos en los que estamos llamados a hacer de nuestra vida una guerra de nuestra propia elección libre y deliberada.

I. Tomemos, por ejemplo, el período de la infancia y la niñez, y aquí tenemos enfáticamente la batalla (1) de la debilidad. Más tarde viene (2) la batalla de la ignorancia, (3) la batalla de la pasión, (4) la batalla de la necesidad y la batalla de la sociedad unidas. Observamos ( a ) que la lucha no es igualmente intensa y dolorosa en todos nosotros, y ( b ) que no todo es lucha con ninguno. Ningún espíritu humano podría soportar una tensión perpetua, ningún corazón humano podría soportar una presión perpetua.

II. La Escritura nos manda a hacer de nuestra vida una guerra de nuestra propia elección libre y deliberada. Observe la manera en que se llevará a cabo esta guerra espiritual. (1) Lo primero que debemos hacer es ponernos en alianza con Cristo. No se puede lograr de otra manera. La batalla debe comenzar en la cruz, y la guerra debe continuar, de principio a fin, bajo el manto de la sangre expiatoria.

(2) Debe mantenerse en un espíritu de oración, porque es esto lo que preserva nuestra confianza en Dios y nos hace fuertes en la fuerza que es en Cristo Jesús. Es un conflicto que requiere una fuerza mejor que la nuestra, y si esto fuera todo de lo que tuviéramos que depender, sería inútil intentarlo. (3) La lucha debe mantenerse honestamente. Es decir, debemos dirigir nuestra atención a la resistencia de todo mal y al cultivo positivo de todo bien.

(3) Debemos mantener la guerra alegremente, no como una necesidad extrema, sino como aquello que evidentemente es apropiado y correcto, aquello en lo que nuestra razón y corazón estaban plenamente comprometidos, como aquello que nos acerca cada día más a Dios y nos hace cada vez más nos reunimos para ser partícipes de la herencia de los santos en luz.

AL Simpson, El camino ascendente, pág. 57.

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