2 Reyes 22:19

I. El descubrimiento de la ley de Moisés en el templo es un hecho muy importante en la historia, porque nos muestra que la Sagrada Escritura había sido descuidada durante mucho tiempo y que en la práctica se había perdido. Josías se había criado entre hombres malvados, en una corte corrupta, después de una apostasía de más de medio siglo, lejos de los profetas de Dios y en medio de los ídolos.

II. Aun así, Josías tenía suficiente conocimiento para ser religioso. Tenía lo que tienen todos los hombres, tanto paganos como cristianos, hasta que lo pervierten o embotan: un sentido natural del bien y del mal; y no lo desafió. Reconoció una fuerza restrictiva en la voz Divina dentro de él; escuchó y obedeció. A los dieciséis años comenzó a buscar al Dios de sus padres. A los veinte años comenzó su reforma con una fe resuelta y una devoción sincera. Encontró el libro de la Ley en el curso de su reforma. Buscaba a Dios a la manera de Sus mandamientos, y Dios lo encontró allí.

III. Observe su conducta cuando se le leyó la Ley. "Él alquiló su ropa". Pensó mucho más en lo que no había hecho que en lo que había hecho. Ordenó a los sacerdotes que preguntaran a Dios por él qué debía hacer para evitar su ira. Cuando recibió el mensaje de Hulda, reunió a todo Judá en Jerusalén y leyó públicamente las palabras de la ley. Luego les hizo renovar el pacto con el Dios de sus padres, y después celebró su pascua celebrada. Su mayor conocimiento fue seguido por una mayor obediencia.

IV. Observe cuál es la principal excelencia de Josías. Su gran virtud fue su fe o conciencia. Estas virtudes son en esencia una y la misma; pertenecen a un hábito mental: la obediencia; se muestran en obediencia, en la observancia cuidadosa y ansiosa de la voluntad de Dios, como sea que la aprendamos. Mejoremos nuestros dones, como Josías, y negociemos y hagamos mercaderías con ellos, para que cuando él venga a contar con nosotros seamos aceptados ante sus ojos.

JH Newman, Parochial and Plain Sermon's, vol. viii., pág. 91.

Referencias: 2 Reyes 22 J. Vaughan, Children's Sermons, quinta serie, p. 48; Parker, vol. viii., pág. 300.

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