2 Reyes 22:8

(con 2 Crónicas 34:15 )

Existe una aparente discrepancia entre los hechos registrados del reinado de Josías y las indicaciones de su temperamento y disposición internos que se nos dan. Los hechos de su reinado, si pudiéramos llegar a su estudio de forma independiente, nos llevarían a caracterizarlo como un hombre ardiente, optimista y enérgico. Todo parece coherente con este punto de vista: su celo por la religión, su labor en la restauración del Templo y la reforma del reino, y el espíritu guerrero que forzó una colisión con el poder de Egipto y le costó la vida en Meguido. La actividad, el entusiasmo y la iniciativa parecen marcar al hombre, tan claramente como el profundo principio religioso que santificaba sus obras.

Tal sería la conclusión de los datos de un historiador humano. Pero aquí entra el elemento sobrehumano para representar su carácter real bajo una luz muy diferente. Hulda, la profetisa, es presentada apropiadamente para hablar de él como tierno, sensible y de carácter femenino, y para prometer como su mejor recompensa que se le quitará temprano del mal por venir.

I. Durante la restauración del Templo se produjo una sensación por el descubrimiento del rollo original de la Ley, que había sido puesto en el arca ocho siglos antes. La lectura del libro produjo pánico y consternación por su contenido, sus amenazas, el mal denunciado en él contra los pecados de la casa de Judá. Tanto el rey como la gente parecen haber ignorado la existencia misma de su Biblia, como un libro que contiene la revelación de la ira de Dios contra los pecadores.

II. Esta historia toca no solo a la nación o la Iglesia; nos toca a todos. ¿No somos muchos de nosotros que hemos perdido el libro de la vida, cuanto más voluntariamente, cuanto más culpablemente, porque en muchos sentidos lo tenemos? Si adquirimos el hábito de estudiar la Biblia mera o principalmente con puntos de vista científicos o literarios, de escudriñarla, diseccionarla, criticar la palabra porque es del hombre, como si no fuera también de Dios, podemos dejar de temer que podamos serlo. perdiendo la palabra de vida?

III. Note el resultado del descubrimiento del libro de la Ley. El rey rasgó sus ropas y envió a consultar al Señor por sí mismo y por su pueblo acerca de las palabras del libro que se encontró. Busquemos también el arrepentimiento profundo y vivo del pecado que ha sido nuestra ignorancia.

R. Scott, University Sermons, pág. 325.

Referencias: 2 Reyes 22:11 . S. Wilberforce, Sermones ante la Universidad de Oxford, pág. 175. 2 Reyes 22:12 ; 2 Reyes 22:13 . Spurgeon, Sermons, vol. xii., No. 704.

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