Cantares de los Cantares 3:2

2 Pensé: “Me levantaré e iré por la ciudad, por las calles y las plazas, buscando al que ama mi alma”. Lo busqué, pero no lo hallé.

Cantares de los Cantares 3:2

Proféticamente, todos estos versículos pueden tomarse como delineando el dolor de los primeros discípulos por la partida de Cristo de la tierra. Pero el pasaje tiene su cumplimiento una y otra vez. La idea principal es la de un alejamiento temporal, real o imaginario, entre Cristo y su pueblo, durante el cual lo buscan, pero no lo encuentran.

I. No habría nada extraordinario en que el Redentor negara los consuelos de su presencia a aquellos que lo descuidaban. El punto notable sugerido por el texto es que existe tal cosa como desear a Dios y estar decepcionado. Parecería una característica común en la providencia de Dios apartarse ocasionalmente de los santos, para aumentar ese mismo anhelo por Él que Él se niega a complacer.

Suspende Sus operaciones en su nombre hasta lo que llamamos el último momento. Hay una falta para descubrir a Dios por la cual Él no nos condenará, una falta que no viene de nosotros sino de Él, en la plenitud, no de la ira, sino de la misericordia. Solo asegúrate de luchar realmente por hacer lo que Él ordena. Sólo decide si derrama sobre ti la luz del sol de su favor o te deja envuelto en nubes para que te encuentres en el camino del deber, y la oscuridad temporal pronto se desvanecerá y un amanecer más hermoso.

II. De las consideraciones anteriores surge un pensamiento muy solemne. El Redentor debe ocuparse personalmente de cada alma. El espíritu de cada hombre y mujer es un planeta separado en el sistema espiritual, cuyo verano e invierno, cuyas tormentas y rayos de sol, están regulados únicamente por la Deidad. De ahí el pleno sentido de ese pasaje en el que se llama a Cristo Jesús Pastor y Obispo de nuestras almas. Da a entender que el alma humana es una cosa tan fina y sutil que nadie más que Él puede supervisarla y cuidarla. Su retirada es una prueba de su cuidado individual.

Obispo Woodford, Occasional Sermons, vol. ii., pág. 105.

Referencias: Cantares de los Cantares 3:4 . Spurgeon, Evening by Evening, pág. 275; Ibid., Mis notas para sermones: Eclesiastés a Malaquías, pág. 207; J. Keble, Sermones en varias ocasiones, pág. 458; RM McCheyne, Memorias y restos, pág. 412. Cantares de los Cantares 3:4 ; Cantares de los Cantares 3:5 .

Spurgeon, Sermons, vol. xviii., No. 1035. Cantares de los Cantares 3:5 . CA Fowler, Parochial Sermons, pág. 119. Cantares de los Cantares 3:6 .

Spurgeon, Sermons, vol. viii., No. 482. Cantares de los Cantares 3:7 . JM Neale, Sermones sobre el Cantar de los Cantares, p. 137. Cantares de los Cantares 3:9 ; Cantares de los Cantares 3:10 .

Ibíd., Págs. 151, 360. Cantares de los Cantares 3:10 . Spurgeon, Sermons, vol. xix., No. 1134. Cantares de los Cantares 3:11 . JM Neale, Sermones en Sackville College, vol.

iii., pág. 311. Cantares de los Cantares 4:6 . Ibíd., Sermones sobre el Cantar de los Cantares, págs. 159, 172. Cantares de los Cantares 4:7 . Spurgeon, Mañana a mañana, págs.

337, 338. Cantares de los Cantares 4:10 ; Cantares de los Cantares 4:11 . Spurgeon, Sermons, vol. v., No. 282. Cantares de los Cantares 4:12 .

Ibíd., Morning by Morning, pág. 323; RM McCheyne, Memorias y restos, pág. 337. Cantares de los Cantares 4:12 . Spurgeon, Sermons, vol. viii., nº 431; JM Neale, Sermones sobre el Cantar de los Cantares, p. 184.

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