Eclesiastés 1:17

Hay dos formas de llegar al conocimiento de la verdad respetando la importancia y el beneficio de la santidad y la bondad. Estas dos formas son una la experiencia de lo bueno y la otra la experiencia de lo malo. Estos son los dos tipos de experiencia moral que vemos en el mundo. Los compararé juntos, primero, en cuanto a su propio carácter, y, en segundo lugar, con respecto a su peso a modo de ejemplo para los demás.

I. En cuanto a su propio carácter. Debe admitirse que la impresión moral que se obtiene por una conducta de pecado es a menudo muy aguda y profunda. No hay nada en todo el círculo del sentimiento y la convicción humanos más profundo e intenso que la percepción del vacío y la vanidad del mundo que los hombres del mundo tienen a veces al final de su carrera. Pero, después de todo, ¿qué hace por ellos esta sabiduría que se adquiere con la experiencia de una vida mala? El gran uso de la sabiduría es hacer que los hombres actúen correctamente.

Si viene después de que toda la acción ha terminado, es inútil; es simplemente ver por ver y conocer por conocer. Aquí, entonces, radica la diferencia entre el conocimiento que se obtiene con una vida mala y el conocimiento que se obtiene con una buena. En ambos casos se gana una fuerte convicción moral; pero en el caso de la convicción moral ganada por una vida mala, el daño se ha hecho; y la convicción no viene para prevenir el mal, sino sólo para familiarizarte con él.

Para enunciar brevemente la diferencia entre las convicciones que produce la experiencia del bien y la experiencia de los hombres mundanos, podemos decir en una palabra que consiste en la fe. En la convicción que se gana con una vida mala no hay fe. El poseedor no confiaría en nada más que en su propia experiencia y, en consecuencia, su convicción es mera cuestión de experiencia cuando la obtiene.

II. En cuanto a la comparación de estos dos tipos de experiencias a modo de ejemplo con otras, no puedo dejar de pensar que el valor de esa experiencia a la que los hombres del placer y los hombres del mundo llegan al final de sus carreras, y que comunican para otros, está muy sobrevalorado. Por fuerte y agudo que sea en sí mismo, en cuanto a su efecto sobre los demás, es débil, y por esta muy buena razón: que el consejo del hombre es de una manera y sus actos de otra. Hay una, y sólo una, forma designada de hacer el bien; y eso es siendo bueno.

JB Mozley, Sermones parroquiales y ocasionales, pág. 170.

Referencia: Eclesiastés 1:17 . J. Bennet, La sabiduría del rey, pág. 85.

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