Éxodo 20:4

El primer mandamiento condena la adoración de dioses falsos; el Segundo condena la creación de cualquier imagen o símbolo, incluso del Dios verdadero.

I. Habría sido natural que los judíos hicieran esto. Tenían muchas tradiciones de revelaciones divinas hechas a sus antepasados. Podrían haber intentado perpetuar de forma visible y permanente las impresiones que Sus actos sobrenaturales habían dejado en su imaginación y en sus corazones. De hecho, lo hicieron, porque el becerro de oro no tenía la intención de representar a ningún dios falso, ninguna deidad adorada por razas paganas, sino a Jehová mismo. Era el símbolo del Dios que los había sacado de Egipto.

II. El principio fundamental de este mandamiento todavía tiene autoridad para nosotros. Toda la historia de la cristiandad es una demostración del peligro y la ruina que surgen de cualquier intento de complementar con el arte y con ritos majestuosos e impresionantes la revelación que Dios ha hecho de sí mismo en Cristo.

III. La justicia de la pena que se denuncia contra quienes transgreden este mandamiento es muy fácil de disputar. El crimen debe ser castigado no solo en los hombres que son personalmente culpables, sino en sus descendientes. La respuesta es: (1) La misma unidad de raza por la cual los resultados de la virtud y el genio de una época se transmiten a las épocas que la suceden, hace inevitable que los resultados de la locura y el vicio de una época se impliquen en las edades que le suceden, y (2) el mandamiento muestra que la justicia de los hombres perdura más que su pecado. El mal que proviene de la maldad del hombre perdura por un tiempo, pero finalmente perece; el bien que proviene del bien del hombre es casi indestructible.

RW Dale, Los Diez Mandamientos, pág. 40.

Referencias: Éxodo 20:4 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xiii., pág. 188; J. Oswald Dykes, La ley de las diez palabras, pág. 53; FD Maurice, Los mandamientos, p. 18; S. Leathes, Los fundamentos de la moral, págs. 79, 92. Éxodo 20:5 .

C. Kingsley, National Sermons, págs. 144, 153; JB Mozley, Ideas dominantes en edades tempranas, p. 104. Éxodo 20:5 ; Éxodo 20:6 . S. Cox, Exposiciones, tercera serie, pág. 1.

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