Ezequiel 20:25

El profeta Ezequiel en el texto anuncia un juicio muy solemne de Dios sobre aquellos que rechazan la verdad. Los jefes de la nación están ante el profeta, requiriendo saber cómo podría ser propiciado Dios, para traerlos de nuevo a su país y a sus hogares. Poseído por el Terrible Morador, Ezequiel recapitula la historia de los judíos desde el principio, y entre las visitaciones mezcladas de ira y misericordia de Dios, se describe la del texto. Hay una dificultad obvia en este pasaje. Que el Todopoderoso, bajo cualquier circunstancia, dé falsos preceptos a su pueblo, es al principio difícil de entender.

I. El hecho que extraemos de las palabras del profeta es este, que Dios, habiendo promulgado primero a los israelitas las leyes de la vida, debido a su indiferencia hacia ellas, les dio las leyes de la muerte; y el principio general aquí involucrado es que el castigo por transgredir o rechazar las leyes santas, es que se nos asignen leyes impías. Si rechazamos la verdad, seremos llamados a tomar la falsedad como guía.

II. Podemos rastrear un gran principio que impregna y matiza todas las visitaciones de la venganza Divina; el principio es este, que el castigo debe tener en su calidad una semejanza con el pecado. Cuando Adán y Eva supusieron comer del fruto del árbol del bien y del mal, se les impidió el acceso al árbol de la vida. El castigo del pecado es predicar contra el pecado. Y es obvio cuánto más llamativa se vuelve esta predicación, cuando la pena infligida es de una clase para recordar la iniquidad precisa de la que es la pena.

Por lo tanto, cuando el pecado es negarse a escuchar, ¿cuál debería ser el castigo sino la privación del poder de escuchar? El cerrar nuestros ojos a la luz de la religión verdadera debe resultar naturalmente en que se oscurezcan para siempre.

Obispo Woodford, Occasional Sermons, vol. i., pág. 227.

Referencias: Ezequiel 20:32 . HM Butler, Harrow School Sermons, vol. ii., pág. 275. Ezequiel 20:34 . Spurgeon, Sermons, vol. xxxi., No. 1840. Ezequiel 20:35 .

J. Keble, Sermones en varias ocasiones, pág. 405. Ezequiel 20:41 . Spurgeon, Sermons, vol. xii., núm. 688; Ibíd., Evening by Evening, pág. 88. Ezequiel 20:43 . J. Keble, Sermones para los domingos después de la Trinidad, parte ii., P. 207.

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