Génesis 28:20

Jacob y Esaú son muy parecidos a hombres con los que nos encontramos todos los días, hombres ordinarios, ninguno de ellos distinguido en carácter o habilidad. Eran hijos de un padre débil y de una madre astuta. Ninguno de los dos tiene una religiosidad especial. En el caso de Esaú, la mitad sensual del hombre es todo lo que podría desearse, la mitad espiritual falta por completo. La mitad natural del carácter de Jacob es mucho menos noble que la de Esaú, pero también había en él ciertas susceptibilidades religiosas, una imaginación y un sentimiento religiosos y una pureza personal que constituían la posibilidad del desarrollo religioso.

La diferencia entre ellos es la diferencia entre las cosas buenas de un hombre malo y las cosas malas de un hombre bueno, con sus cuestiones contrastadas. Ambos jóvenes comenzaron con la religiosidad algo débil de la tienda de Isaac. No se apoderó de Esaú el profano, y se convirtió en Edom. Se apoderó de Jacob el astuto, y se convirtió en Israel.

I. La noche en Betel fue claramente una crisis en el carácter religioso de Jacob. Él acostó a un muchacho desolado, herido y arrepentido; la rápida retribución de su pecado se había apoderado de él. Su visión fue una revelación del mundo espiritual y una enseñanza de la conexión vital de la providencia de Dios con nuestra vida humana. Un vagabundo del que ningún ojo humano se percató, todavía estaba bajo la mirada de Dios; un exiliado por quien nadie se preocupaba, los ángeles de Dios lo ministraron. Al igual que Pedro, su caída había sido el medio para que se levantara a una nueva vida espiritual.

II. Y luego Jacob hizo su voto. Suena algo carnal y negociador, pero no creo que lo sea. Jacob simplemente retoma las palabras que Dios le había dicho. Eran las ideas de su época: sería devoto y benevolente, serviría a Dios y al hombre según su oportunidad. Ofrecería a Dios todo lo que pudiera ofrecer. Su historia es una gran lección parabólica para los jóvenes no en sus detalles de maldad y remordimiento, sino en su partida de casa, en la soledad de una nueva vida, y en su nuevo sentido de Dios y consagración a Él.

H. ALLON, Christian World Pulpit, vol. xxv., pág. 60.

Referencia: Génesis 28:20 . W. Bull, Christian World Pulpit, vol. xxii., pág. 100.

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