Hebreos 11:22

I. No es posible leer la vida de José sin contemplar aquí el retrato de un gran hombre, no meramente como una inteligencia dominante y orientadora, sino lo que es aún más elevado, un carácter personal fuerte y noble. Evidentemente, toda su vida temprana estuvo presionada por pensamientos que sus hermanos no podían comprender; una naturaleza contemplativa, ante la cual a menudo flotaban en sus sueños de infancia de lo que aún iba a ser.

II. Era lo que deberíamos llamar un hombre hecho a sí mismo; lo era tanto como cualquier hombre puede ser un hombre hecho a sí mismo; su vida fue una larga contienda con dificultades, pero las superó todas.

III. Su grandeza fue la grandeza moral. No era un guerrero. No llevaba la espada; tenía esa voluntad perfectamente formada, que es el carácter; tenía perspicacia y previsión; y tenía en su poder lo que realmente hace la vida fácil y el carácter fuerte. Tenía principios; la fe gobernaba y controlaba su carácter. Vio el propósito dorado atravesando la red más oscura de su vida.

IV. En el mandamiento que dio acerca de sus huesos, vemos (1) la nacionalidad de José. Su corazón se vuelve hacia Canaán. (2) La lección de fe. "Yo muero, pero Dios seguramente te visitará". En medio de los templos de Osiris, Tifón e Isis, y el mundo de groseras maravillas y degradación de los templos egipcios, no se había olvidado de Jehová. (3) Una lección del poder sustentador que hay en la memoria de los buenos y grandes hombres.

José vivió en los pensamientos, afectos y esperanzas de sus descendientes. El polvo de los santos muertos es precioso; las palabras de los santos muertos son consignas. (4) Tenemos aquí una confianza, una esperanza, una aspiración con respecto a la resurrección. No puedo dejar de pensar que este glorioso soñador anticipó, no solo la partida de las tribus, sino la apertura final de todas esas tumbas, y anhelaba más estar cerca del antiguo cementerio de Macpelah que en medio de las frías, oscuras, pedregosas y majestuosas habitaciones de Pirámides egipcias y sus ataúdes.

E. Paxton Hood, Christian World Pulpit, vol. xxiii., pág. 313.

Referencias: Hebreos 11:22 . Spurgeon, Sermons, vol. xvi., núm. 966; HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xxvi., pág. 68; AD Davidson, Lectures and Sermons, pág. 485. Hebreos 11:23 . Ibíd., Vol. xxiv., núm. 1421.

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