Jeremias 36:24

La conducta de la que leemos en el texto parece no ser nada fuera de lugar, nada extraño, nada en lo que no podamos entrar y no podamos explicar, sino sólo un ejemplo de lo que sucede ahora, y siempre ha sucedido desde el comienzo de el mundo; es un ejemplo del poder endurecedor del pecado.

I. Esto es lo que hace que un pecado, incluso un pequeño pecado, sea enormemente grande cuando se lo considera después como la semilla de toda la cosecha de pecados, incluso como una sola semilla del tipo incorrecto puede ser suficiente para invadir un campo con cardos. Un solo pecado no es más que el líder de toda una banda, y una vez que se ha roto la barrera, una legión de otros pululan; y un solo pecado no es más que el comienzo del proceso de endurecimiento, no es más que el comienzo de un estado de enfermedad que termina en ceguera total y falta de sentimiento.

Esto lo entiendo por el engaño del pecado al que el Apóstol refiere su poder endurecedor; es engañoso porque lo que llamamos un pequeño pecado parece insignificante, porque juzgamos los pecados meramente en nosotros mismos, sin considerar a qué conducen; Si en la guerra un general fueron a ver a algunos de los soldados enemigos rezagados sobre las colinas, se podría decir que eran tan pocos que no eran vale la pena considerar, pero lo haríaél lo dice? ¿O no preferiría considerarlos como los precursores de un gran ejército? ¿No se prepararía de inmediato para resistir a las huestes de enemigos que debe saber que acechan detrás? Asimismo, los pecados de la niñez son los precursores del gran ejército del mundo, la carne y el diablo, que surge en los años más maduros; y el único camino seguro es no considerar el pecado como algo insignificante, sino erradicar a todos los enemigos, ya sean pequeños o grandes, para que no permitamos que nuestro enemigo adquiera tanta fuerza que acabe con nuestro derrocamiento.

II. Existe tal cosa como ser endurecido por el evangelio; existe la escucha de la palabra de Dios y la predicación sin hacer, hasta que el sonido de las verdades más solemnes se vuelve tan inútil como el tintineo de un platillo, hasta que la espada del Espíritu no puede cortar ni perforar. Las personas que han llegado a ser así son como el rey de Judá y sus siervos, que oyen la venganza amenazada del Dios Todopoderoso y, sin embargo, no tienen miedo ni rasgan sus vestiduras.

Obispo Harvey Goodwin, Sermones parroquiales, primera serie, pág. 222.

Referencias: Jeremias 36:24 . JE Vaux, Sermon Notes, segunda serie, p. 36; Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. i., pág. 177.

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