Lucas 8:11

I. La semilla es la Palabra de Dios. Y así se nos enseña (1) Que no está en los propios oyentes. No es el resultado de su razonamiento; no es una criatura de su imaginación. Les llega desde fuera. (2) Posee poder vivo y germinador. El poder es suyo. No se incorpora ni se hace parte de nosotros, sino que nos acoge y nos hace parte de sí mismo. (3) La semilla misma no ejerce su poder de manera espontánea e independiente.

Debe existir la concurrencia de tres requisitos: la deposición de la semilla; su entrada en el suelo; aptitud del suelo para su germinación y nutrición. Donde estos no coinciden, no hay un crecimiento efectivo, no hay una eventual producción de frutos. Por maravillosos que sean los poderes de la semilla, es un agente dependiente y condicional. Su acción depende primero de quien siembra.

II. La semilla, entonces, está esparcida por todas partes; y algunos se quedan en el camino. Un camino o camino que atraviesa el campo, al lado de este, no del todo en el duro camino en sí mismo, pero aún donde pasan muchas pisadas y endurecen el suelo, algunas de las semillas se depositan. Así situada, la semilla está expuesta a dos peligros: "fue pisoteada y las aves del cielo la devoraron". La clase de oyentes de la Palabra de Dios que aquí se pretende es la clase que no entiende.

Dios habla por Su ministro, habla por Sus palabras reveladas, habla en juicio, habla con misericordia; y por un momento su palabra está en nuestro corazón; por un momento estamos en contacto con la semilla regeneradora incorruptible; pero nuestro enemigo lo sabe, conoce el significado de ese momento, conoce el poder vivificante de esa semilla, y se las ingenia para que un incidente frívolo llame la atención, o un pensamiento mundano se refleje en la misma superficie, o un compañero insignificante se cruza en nuestro camino; por éstos hay más deseo que por la simiente celestial; ocupan el suelo y jugamos con ellos hasta que se acaba la semilla.

III. El corazón se endurece: (1) Por el paso de muchos pasos. Mucho conversar con el mundo, mucho conversar con la Palabra misma, habituación de todo tipo, amortigua la susceptibilidad. (2) El corazón puede endurecerse a sí mismo por una mundanalidad de espíritu prolongada. (3) Otra sección de nuestros oyentes en el camino son aquellos que están intelectualmente preocupados. (4) El exceso de fastidio tiene una influencia endurecedora; el corazón permanece cerrado a la semilla viva de la Palabra porque no llega exactamente de la manera deseada. Mirad cómo oís; porque con la medida con que midas, se te volverá a medir.

H. Alford, Sermones en Cambridge, pág. 1.

Referencias: Lucas 8:11 . Homiletic Quarterly, vol. iv., pág. 430. Lucas 8:12 . Spurgeon, Sermons, vol. xxv., No. 1459.

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