Marco 6:5

El texto contiene dos ejemplos notables, en un breve espacio, de la manera en que los sentimientos y circunstancias de los hombres se atribuyen a Dios en las Escrituras. Se dice de Aquel que es Todopoderoso, que allí no pudo hacer ninguna obra poderosa; se dice de Aquel a quien se conocían todas las cosas, que se maravilló a causa de su incredulidad. Es muy fácil ver que estas expresiones son meras figuras retóricas; que Cristo no quería el poder para hacer milagros en Nazaret, pero que había algunas razones poderosas para que Él no los hiciera, que, por lo tanto, le era imposible obrar ninguno; que en realidad no se maravilló de su incredulidad, sino que era tan extraño e irrazonable, que cualquiera, excepto Él, a quien todos los corazones están abiertos, podría haberse maravillado con justicia.

I. Pero no es por eso que he elegido para mi texto este pasaje de las Escrituras; contiene otra lección mucho más importante. Cuando dice que Cristo no pudo hacer ninguna obra poderosa en Nazaret debido a la incredulidad de la gente, nos muestra cómo nuestros pecados derrotan los propósitos de la gracia de Dios para con nosotros; cómo le impedimos, de alguna manera, hacer lo que desea para nuestro bien; cómo le hacemos imposible evitar castigarnos, aunque no se complace en absoluto en la muerte de los impíos, sino que debe apartarse de sus caminos y vivir.

II. ¿Qué es lo que nos impide individualmente encontrar en el Evangelio todo lo que debemos encontrar en él, o experimentar en la vida una mayor parte de las comodidades que Dios ha prometido dar a su pueblo? ¿Qué ha sido de las bendiciones que Cristo ha prometido sobre nuestras sinceras oraciones? ¿O de su seguridad de que donde dos o tres están reunidos en su nombre, está Él en medio de ellos? ¿Qué debería ser de ellos, cuando venimos aquí con un espíritu de incredulidad, de modo que nuestras oraciones sean cualquier cosa menos las oraciones de fe? Dios no puede aclararnos sus cosas buenas si nuestro corazón está endurecido; ni puede manifestar en nosotros las poderosas obras de su gracia, si no encuentra en nosotros nada más que un corazón torpe y malvado de incredulidad.

T. Arnold, Sermons, vol. i., pág. 75.

Referencia: Marco 6:5 . J. Vaughan, Sermones, séptima serie, pág. 70.

Esta declaración:

I. Refuta la noción de que donde hay un verdadero ministerio habrá gran éxito.

II. Muestra las tremendas dificultades que la voluntad humana puede oponer a los propósitos de Dios.

III. Justifica que el verdadero trabajador abandone el ámbito en el que no ha tenido éxito, para realizar su trabajo en circunstancias más favorables. Parker, City Temple, 1871, pág. 95.

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