Mateo 12:46

Jesús y sus hermanos.

Considerar:

I. los hermanos de la niñez de Jesús. Cristo nació en el hogar y viviría en hermandad, sin que se le permitiera la oportunidad de exclusividad. Actuó y fue actuado por la hermandad del hogar y el vecindario. El hecho de que pasara inmaculadamente a su virilidad debería ser una declaración de la misteriosa virtud que era. Habiendo sido hecho semejante a sus hermanos, y habiendo vivido sin pecado bajo las condiciones de la hermandad humana, Él puede socorrer a la hermandad, y la hermandad puede tener fe para recibir el socorro.

II. Los hermanos de la humanidad de Jesús. "Extendió su mano hacia sus discípulos y dijo: He aquí mi madre y mis hermanos". La idea que tenemos de la hermandad para empezar debe sufrir las pérdidas de nuestras experiencias posteriores y participar de los beneficios de nuestras mayores ganancias. Si las santidades de la infancia se pierden sin alcanzar las purezas de la humanidad, nuestra concepción de la fraternidad puede modificarse hasta el punto de perder incluso su idea central y esencial.

El egoísta impuro no tiene hermano si continúa lo suficiente en su impureza, sino sólo un cómplice en su pecado. Por otro lado, si el hombre convierte lo negativo de su niñez en lo positivo de su hombría y, mediante el esfuerzo persistente y la confianza en Dios, pasa de la inocencia a la virtud, habrá una correspondiente elevación y expansión de su sentido de hermandad. El hombre es entonces su hermano, no porque sea de su familia, sino de su especie; no porque sea de su nación, sino de su naturaleza.

Los hombres son llamados a la hermandad de la humanidad de Cristo, no por lo que tienen y son en sí mismos, sino por lo que se les puede hacer ver que es para ellos en Dios; se conocen a sí mismos en Él, y se encuentran unos a otros a la luz de Su rostro, ya la luz de Dios hay poca diferencia entre un hombre y otro. Todos podemos estar muy cerca del Cristo, porque todos podemos servir si no podemos mandar. La hermandad es amplia, y la que corresponde al Dios-hombre que la haya formado.

JO Davies, Sunrise on the Soul, pág. 281.

Referencias: Mateo 12:46 . G. Macdonald, Christian World Pulpit, vol. xxii., pág. 5. Mateo 12:48 . W. Arthur, Ibíd., Vol. xvi., pág. 201; HW Beecher, Sermones, primera serie, pág. 284. Mateo 12:49 ; Mateo 12:50 . WH Murray, Los frutos del espíritu, pág. 474.

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