Mateo 12:45

Empeorando.

I. Debe recordarse que todos comenzamos con ciertas faltas diferentes personas con diferentes faltas. Lo que queremos decir con el empeoramiento del carácter de un hombre es que estas faltas en nosotros se fortalecen y aumentan. Pero, ¿es un proceso inexplicable y extraño aquel por el cual crecen las fallas? De ninguna manera. Es el proceso más simple del mundo; es simplemente repitiendo una acción o humor defectuoso una y otra vez.

Sólo tenemos que seguir de la misma manera y, al final del tiempo, tenemos una falta peor; porque ésa es la naturaleza del hábito, que crece por la mera repetición de la misma conducta y se convierte en un hábito más fuerte. Pero si el hábito pecaminoso es más fuerte, entonces el hombre es peor.

II. La gente a menudo sigue empeorando cada vez más, dejando que el pecado crezca, pero pensando todo el tiempo que es absolutamente imposible que sean peores. Esa idea con la que comenzaron nunca renuncian a la idea de que nunca pueden cambiar para mal. Piensan que toda alteración debe ser para mejor; si no han mejorado, son los mismos de siempre; pero no pueden ser peores. Es esta suposición profundamente arraigada en la mente de los hombres lo que los ciega a los hechos más sorprendentes sobre sí mismos.

Ahora están absortos en pasiones codiciosas y objetivos mundanos; tienen feroces deseos de conseguir este y aquel premio terrenal; sacrifican la honestidad; hacen los actos más mezquinos; son culpables de constantes engaños para ganarlos. Hubo un día en que se habrían alejado de esto; ahora lo hacen todo como algo natural; pero todavía no tienen idea de que son peores de lo que eran.

Siempre son las circunstancias las que cambian, nunca ellas mismas. Pero la Escritura en todas partes dice claramente que los hombres empeoran en esta vida y que empeoran por sí mismos; y por eso es que cosechan la paga de la muerte, porque es su propio pecado. Miremos a nosotros mismos, a nuestros propios corazones, y observemos y corrijamos el mal en su fuente; porque ahí está la fuente.

JB Mozley, Sermones parroquiales y ocasionales, pág. 118.

Referencias: Mateo 12:45 . BF Westcott, Expositor, tercera serie, vol. VIP. 83; J. Keble, Sermones de la Cuaresma a Passiontide, p. 203.

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