Mateo 12:50

Tenemos aquí dos cosas, un carácter y una bendición.

I. "Todo aquel que haga la voluntad de Dios". Entonces, Dios tiene voluntad. Este pensamiento, por familiar que nos sea, era un pensamiento que el hombre no podía alcanzar mediante la búsqueda. Dios no es una mera personificación o idealización del accidente o del destino. Dios no es un colocador mecánico en movimiento o un preservador en movimiento de la rueda de la naturaleza o del mundo del ser. (1) Dios tiene una voluntad con respecto a nuestra condición. La voluntad de Dios es que seamos una nueva creación por medio de la obra del Espíritu Santo.

Es la voluntad de Dios que nuestra condición cambie, de modo que aquellos que antes cumplían los deseos de la carne y de la mente, lleguen a ser completamente santos, lo cual es, interpretado, completamente Suyo. (2) Dios tiene una voluntad con respecto a nuestra conducta. No sé que nada exprese más maravillosamente el amor de Dios por nosotros que este pensamiento: a Dios le importa cómo actúo. "Es la voluntad de Dios que estéis perfectos y completos.

"¿Puede alguna suerte ser abyecta, puede cualquier vida ser trivial, puede cualquier día u hora estar sin su gloria, si el ojo de Dios está sobre ello, y si la mente de Dios se ejercita en que sea esto o aquello? (3) Dios tiene una voluntad con respecto a nuestro destino. Las palabras son Suyas. Él quiere que todos los hombres sean salvos. Él te quiere a ti como uno de esos vasos de misericordia que Él ha preparado antes para gloria.

II. Considere, a continuación, la bendición. "Lo mismo es mi hermano, mi hermana y mi madre". Hay una relación más elevada que cualquier natural en la que entra quien ha bebido el Espíritu de Cristo. El que hace la voluntad de Dios es hermano de Cristo. Al no estar relacionado con Él por hogar o parentesco, tendrá un vínculo más querido y más estrecho aún; tendrá el mismo espíritu; estará más cerca de Él para siempre de lo que el hijo más querido de su madre podría haber estado de Él por un momento abajo; tendrá a Cristo para habitar en su corazón por fe, y el que así habita no será más su Dios que su hermano.

No eches de menos esa dignidad, esa gloria, por ninguna otra; para todo lo que es de la tierra. Cualquier otra cosa que tengas o no tengas, no te pierdas esto; porque es un lazo que nada puede romper, es una corona de belleza que nunca puede desvanecerse.

CJ Vaughan, Christian World Pulpit, vol. i., pág. 177.

Referencias: Mateo 12:50 . Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 235; J. Hiles Hitchens, Christian World Pulpit, vol. xxvi., pág. 347; R. Heber, Sermones parroquiales, vol. ii., pág. 410.

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