Mateo 19:22

I. Considere el dolor del joven. No fue tan simple como parece a primera vista. Sin duda, en parte lo lamentaba (1) la idea de renunciar a esas grandes posesiones que por naturaleza le agradaban. Pero el dolor rara vez es un principio único. Apenas admite duda de que el joven gobernante también se entristeció (2) ante la idea de perder el cielo. Se le había abierto la mente algo de la dificultad que siempre existe en el logro de todo lo que realmente vale la pena tener.

La vida eterna, que sus ardientes sentimientos le habían representado como algo fácil y cercano, pareció retirarse de él detrás de las montañas de abnegación que Cristo puso en su camino. (3) Parte de su dolor fue el descubrimiento que estaba haciendo en ese momento de su propio corazón. Se marchó muy apesadumbrado de todo en el miserable sentido que tenía de su propia vacilación culpable y de su propia imperdonable debilidad.

II. La pesadez, entonces, del corazón de ese hombre era, creemos, pero en lo principal una verdadera pesadez. Al menos, había algo de gracia en ello. ¿Podemos creer que alguien a quien Jesús una vez miró con amor finalmente pereció? No; más bien confiamos y esperamos que dentro de poco tiempo esa disciplina a la que Cristo sometió su alma obró su propia obra purificadora, y que, pesando en balanzas más verdaderas, aprendió cuál es el verdadero secreto del poder para contar todas las cosas excepto las pérdidas por la excelencia de la vida. el conocimiento de Cristo Jesús su Señor.

III. En todo estado de vida, la característica del cristiano es la abnegación. Inclínate siempre hacia la posición que tomó tu Maestro y que tu Maestro enseñó en este mundo. Siempre, en todo, cultiva la sencillez; combatir siempre el egoísmo; esté siempre aumentando sus organizaciones benéficas; esté siempre soltándose de las cosas de los sentidos y del tiempo; y estar siempre sentado, libre de seguir a Cristo cuando Él te lleve a un caminar más elevado.

J. Vaughan, Fifty Sermons, séptima serie, pág. 20.

Referencias: Mateo 19:22 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. i., pág. 35. Mateo 19:24 . FW Farrar, Expositor, primera serie, vol. iii., pág. 369; RW Evans, Parochial Sermons, vol. iii., pág. 164. Mateo 19:27 S.

Cox, Ensayos y discursos expositivos, págs. 203, 228; AB Bruce, La formación de los doce, pág. 262; Expositor, primera serie, vol. iv., pág. 256. Mateo 19:27 . Revista del clérigo, vol. ii., pág. 23. Mateo 19:29 . H. Melvill, Penny Pulpit, No. 1,661.

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