Mateo 20:21

(con Lucas 9:38 )

Estos son dos ejemplos de oración intercesora. Todos los principios sobre los que explicamos o defendemos la oración, como comunión en el espíritu de sumisión de Cristo, se refieren también a las oraciones que ofrecemos por los demás.

I. Tome primero la oración de Salomé por sus hijos. Había dos concepciones completamente falsas en la raíz de su oración. (1) Ella estaba equivocada en cuanto a la naturaleza del reino de su Señor. Ella lo veía como un reino terrenal, como el de David. (2) Ella también estaba equivocada en cuanto a los principios de la elección y recompensa divinas en el reino de Cristo. Evidentemente, pensaba que los lugares de alto honor, la mano derecha e izquierda de algún trono real, debían otorgarse de acuerdo con algún capricho de favoritismo. Y su idea de la oración era que podía ganar algo de este tipo del Señor.

A la madre le pudo haber parecido en ese momento como si su oración hubiera sido rechazada. Fue no concedido de acuerdo a su propia estimación estrecha, fatal de lo que ella desea para sus hijos. Le fue concedido con una plenitud y un poder que ella no concibió entonces, pero que pudo haberle caído en la cuenta cuando, con María, estaba junto a la cruz en el Calvario. Se les dio la oportunidad de servir y sufrir por Cristo. Esa era la única forma en que se podía conceder la oración. Santiago fue el primer apóstol mártir y san Juan el último.

II. Hubo peticiones para otros ofrecidas a Cristo mientras estaban en la tierra de un tipo diferente a las que Salomé presentó para sus hijos oraciones que fueron respondidas y concedidas por el Señor tal como se oraron.

En esa otra instancia de la oración de un padre, dada en San Lucas 9:38 , era, de hecho, para que un niño fuera liberado solo de una enfermedad corporal; pero aunque creemos con cariño que toda la curación de las enfermedades corporales por parte de Cristo tiene un significado sacramental y apunta a la curación más profunda de la enfermedad del alma, podemos confiar en que Él siempre responderá así nuestras oraciones por los demás.

TT Shore, Algunas dificultades de las creencias, pág. 61.

Referencia: Mateo 20:21 ; Mateo 20:22 . FW Macdonald, Christian World Pulpit, vol. xxxii., pág. 200.

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