Mateo 20:20

(con Marco 10:35 )

I. Comparando los relatos de San Mateo y San Marcos, vemos que fueron la madre y los hijos juntos quienes hicieron la solicitud. Es una imagen humana hogareña de la ambición de ella para ellos y de ella misma en ellos; los suyos para ellos mismos, aunque con entusiasmo, estimulado puede ser por el deseo de deleitarla y elevarla. La sencillez infantil con la que se hace el pedido, en evidente inconsciencia de sus profundos y solemnes vínculos, es muy notable y atractiva.

Querían la promesa de antemano. Querían, como podría parecer, sorprenderlo para que les concediera su pedido, como un niño confiado puede buscar, mitad en serio, mitad en un juego, para atrapar a un padre tierno e indulgente. No sabían lo que preguntaban, pero hay un encanto, incluso algo de ejemplo, en la libertad de preguntar.

II. No hay favoritismo, ni parcialidad, ni promoción por interés en el reino de Cristo. No hay capricho en colocar lo más alto y lo más bajo en él. La respuesta a la pregunta, a quién se le dará la precedencia en el reino, es la misma que a la pregunta para quién está preparado el reino de los cielos. La herencia pertenece a un personaje determinado, también lo hace la precedencia; cada ciudadano de la Jerusalén celestial tiene su lugar preparado para él, no solo por lo que es, sino por lo que es.

Hay un carácter que se está formando ahora en medio de la confusión y el conflicto de este mundo inferior, para el cual se prepara la precedencia eterna por la necesaria ley autoejecutable de la vida espiritual en la que se refleja la voluntad, es decir, el carácter del Padre de los espíritus. Los más cercanos a Cristo en Su gloria serán aquellos que estén más cerca de Él en acción y carácter.

III. Este incidente en su conjunto no condena la ambición. Hay una ambición que pertenece al verdadero discípulo, que ejercita las virtudes cristianas y hace la obra de Cristo en el mundo. Es una ambición no por el lugar, sino por el carácter. Aspira no a tener, sino a ser; y ser para que funcione, para que sirva, para que pueda impartir incluso de sí mismo. Si es el caso que muchos de nosotros estemos faltos en esta ambición, si la aspiración por la cercanía más cercana posible a Cristo, bajo el sentido de que la cercanía significa semejanza, nos será casi desconocida, si estamos satisfechos con la esperanza de la libertad del sufrimiento. y el disfrute de la felicidad, esto explicará en gran medida el poder insuficiente del cristianismo para fermentar la sociedad, así como la pobreza de la vida cristiana individual.

W. Romanes, Oxford and Cambridge Journal, 2 de marzo de 1882.

Referencia: Mateo 20:20 . Revista del clérigo, vol. iii., pág. 11.

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