Mateo 20:27

I. La respuesta de nuestro Señor está completamente en desacuerdo con la ley de los hijos de este mundo. La grandeza en este mundo se busca universalmente exaltando el yo del hombre; más riqueza, más poder, más estima entre los hombres, una exhibición más grandiosa y lujos más profundos son hitos en el camino del mundo hacia la grandeza. Y no es de extrañar, porque el mundo es naturalmente egoísta, y toda su práctica, por más barnizada que sea por la civilización y la religión, no es más que egoísmo refinado. No es solo inconscientemente que el mundo actúa en contra de la regla de nuestro Salvador, sino de manera deliberada y habitual.

II. "Así como el Hijo del Hombre no vino para ser ministrado, sino para ministrar", etc. Este ejemplo es de inmensa importancia. Si no hubiera existido, se podría haber dicho: La regla es metafórica, debe entenderse figurativamente; significa que un espíritu humilde es el camino para avanzar en el reino de Cristo, no que se requiera una conducta externa que muestre humillación. Jesucristo sería el primero entre nosotros y se convirtió en nuestro siervo.

Vosotros que sois ambiciosos, míralo, Él reconoce vuestro impulso ascendente. Es un esfuerzo noble levantarse. La eminencia es un objeto legítimo; "Adelante", consigna digna del soldado cristiano. Pero que se comprenda bien qué es esta eminencia; hacia lo que se debe orientar este esfuerzo hacia adelante. El Salvador de los pecadores es tu modelo. Como ese Salvador convertido en siervo.

III. Sea para cada uno de nosotros un tema de seria investigación si nuestra religión resistirá esta prueba; ya sea que nos estemos haciendo siervos de otros para su bien, según el modelo de Cristo, o gastemos nuestras labores en el progreso personal. Convertirse en siervos de todos, para su bienestar temporal y espiritual, puede considerarse una locura mundana, pero será sabiduría celestial. Y cuando el mundo haya pasado y llegue el estado final del hombre, nuestro objetivo no habrá pasado, sino que se obtendrá primero: alcanzar a Aquel por quien hemos estado luchando, despertar a Su semejanza largamente buscada y estar satisfechos. .

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. i., pág. 51.

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