Oseas 2:14

La presencia de Dios en la soledad un sermón de Cuaresma.

I. Desde el primer amanecer de la conversión hasta la hora de la muerte, es principalmente en la soledad donde Dios habla al alma. La voluntad de Dios, como Él mismo, está en todas partes; por dentro y por fuera Él habla a nuestras almas, si quisiéramos escuchar. Sólo el estruendo del mundo, o el tumulto de nuestros propios corazones, ensordece nuestro oído interno. La quietud es como Su misma presencia, porque al igual que la oración por el siervo del profeta, abre nuestros sentidos para percibir lo que estaba allí para contemplar, solo nuestros ojos estaban retenidos.

Todas las obras de Dios, porque él las hizo, llevan las huellas de su mano y hablan de él al alma que está a solas con él. Todas las obras del hombre dirigidas o. anulado por su providencia, todo, bueno o malo, habla de su presencia o de su ausencia. Pero principalmente habla en lo más íntimo del alma, porque allí habita.

II. Una vez, debemos estar solos; y, en verdad, solitario es ese viaje si Él no está con nosotros quienes primero lo recorrimos por nosotros, para que en él no temamos ningún mal. Aprenda a estar a solas con Dios ahora. Allí Él renovará tu alma, escuchará tu oración y la responderá, derramará esperanza a tu alrededor, encenderá tu amor medio ahogado, te dará una probada de Su propio amor ilimitado; darte el anhelo de desaparecer de todo lo demás, de tu yo descompuesto; reunidos hacia Él, que descendió acá a nuestra miseria para llevarnos a Él y hacernos un solo espíritu con Él.

III. Una sola cosa nos ensordece a la voz de Dios, nos desintoniza todo, nos pone fuera de armonía con todo, que no debemos, en todas las cosas, sentir la emoción de Su amor, y contemplar allí las arras del cielo, el pecado. Trabaja, por Su gracia, para limpiar esto; Ore para que lo limpie con Su sangre preciosa; encomiéndete a él cada mañana, hazle tu trabajo diario, y él estará contigo, como con Adán en el huerto; y tu trabajo diario volverá a ser un aderezo y cuidado del Paraíso de Dios, donde Él caminará contigo.

EB Pusey, Sermones para las estaciones de la Iglesia, pág. 196.

Referencias: Oseas 2:14 Spurgeon, Mis notas del sermón: Eclesiastés a Malaquías, pág. 306; W. Robertson, Sunday Magazine, 1881, pág. 47; JN Norton, Golden Truths, pág. 134.

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