Proverbios 3:12

(con 1 Corintios 15:55 )

En el caso de un santo, sus aflicciones y muerte deben ser consideradas: (1) como se respetan a sí mismo, y (2) como se respetan a sus vecinos y amigos.

I. Como se respetan a sí mismo. (1) El propósito de las aflicciones de un santo puede ser reprenderlo por reincidir, y no pocas veces por la pereza espiritual y la torpeza del corazón, con el fin de recordarlo de sus vagabundeos o despertarlo de su letargo. (2) Un santo puede estar haciendo un progreso encomiable y, sin embargo, sufrir aflicción, para que sus gracias puedan avanzar a un grado más alto de excelencia, el Señor diseñando para Su siervo una posición de gloria peculiar en Su reino celestial.

(3) La aflicción y la muerte se encargan con frecuencia como prevención del mal. (4) Lo que a menudo nos parece misterioso se puede resolver, quizás, sobre el principio de que Dios elimina a algunos de sus santos cuando sus gracias son más vigorosas y brillan con el brillo más brillante, antes de que decaigan; para que su gobierno pueda estar justificado al hacerlos avanzar a un lugar más alto de honor en el reino, del que hubiera sido apropiado asignarles, si hubieran entrado en la eternidad en un estado de declinación.

II. Con frecuencia son los intereses de sus amigos más que los intereses del santo mismo, lo que el Señor desea promover en el momento y la forma particulares de su muerte. Puede ser un santo espiritualmente próspero, cultivando sus talentos y oportunidades con asiduidad y celo; pero pueden necesitar corrección y avivamiento, preservación del mal; y la disciplina requerida y más adecuada les es impartida por medio de sus aflicciones.

III. Reflexiones prácticas. (1) Demos gracias por la muerte. (2) En referencia a las aflicciones que no continúan hasta la muerte, ya que nos salvaríamos de ser infligidas, sometámonos a la disciplina más suave de las protestas del Espíritu de Dios, excitado dentro de nuestra conciencia. (3) Como tememos la muerte de nuestros amigos, cuidemos nuestros propios caminos. (4) Si deseamos que nuestra propia vida sea próspera y prolongada, seamos fervorosos y fieles en la educación de nuestros hijos y en la amonestación de nuestros amigos.

(5) Preparémonos diligentemente para la muerte de nuestros amigos. (6) Preparémonos para nuestra propia muerte. (7) Examinemos nosotros mismos de la mejora que hemos logrado o estamos logrando con la muerte de nuestros amigos, y preparémonos para darles una cuenta satisfactoria de ello.

W. Anderson, Discursos, segunda serie, pág. 40.

Referencias: Proverbios 3:13 . W. Arnot, Leyes del cielo, primera serie, pág. 134. Proverbios 3:13 . R. Wardlaw, Conferencias sobre Proverbios, vol. i., pág. 101. Proverbios 3:14 ; Proverbios 3:15 . W. Arnot, Leyes del cielo, pág. 136. Proverbios 3:16 . Ibíd., Pág. 139.

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