Salmo 130:3

Tenemos aquí la segunda etapa en el camino del alma desde el abismo hacia Dios.

I. Considere el estado mismo. "Si tú, Señor, miras las iniquidades, ¿quién, oh Señor, permanecerá en pie?" (1) Ha habido un claro progreso aquí, sin embargo, los ojos todavía están nublados por el sueño pasado; el corazón todavía está endurecido por el pecado anterior; la visión no es clara. El alma está comenzando a comprender que para lograr un progreso real debe conocer solo dos cosas al principio: ella misma y sus necesidades, Cristo y Su sangre redentora; sin embargo, ahora no puede excluir todo lo demás.

Otros hombres todavía se incluyen en su opinión otros, con su medida de culpabilidad. Los ojos se están abriendo a las cosas espirituales; el alma aún no está sola con Dios. (2) Observe cómo este versículo revela todo el conflicto que hace estragos en el alma. Es como si el náufrago hubiera sido arrojado sobre una roca, magullado, aturdido, desconcertado; como si pudiera aguantar ahí, y nada más; como si el rugido de las furiosas aguas estuviera todavía en su oído; es más, como si viera esas aguas que casi llegaban hasta él de nuevo, casi envolviéndolo en su temible abrazo una vez más, y sin embargo fuera impotente para moverse: solo en su corazón hay un acercamiento a Aquel que es el único poderoso para salvar.

II. Considere los peligros peculiares de este tiempo: (1) desesperación; (2.) una falta de minuciosidad y realidad; (3) impaciencia; (4) la obsesión de las viejas tentaciones.

III. Esta etapa es también de esperanza, y en la que descansa una bendición especial de nuestro Dios. Si Satanás está ocupado a nuestro alrededor, entonces, ¿no está abierto el cielo sobre nosotros? ¿No nos está mirando Alguien que él mismo sufrió una vez en el ataque de las tentaciones de la multitud? Él nunca marcará las iniquidades si tratas con Él de manera verdadera y honesta. Sí, es un tiempo de esperanza, de gozo en la presencia de Dios, cuando el pecador arrepentido busca el camino de regreso a casa.

Obispo ER Wilberforce, The Awaking Soul, pág. dieciséis.

Referencia: Salmo 130:3 . Revista del clérigo, vol. xii., pág. 84.

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