Salmo 55:19

¡Sin cambios! No debemos tomar la expresión en un sentido estricto y estricto, o no sería cierto para ningún hombre. Los cambios de los que habla el salmista significan cambios que perturban, cambios que trastornan todos los planes y arreglos, cambios que frustran las esperanzas, cambios que, como terremotos, agitan, cuando menos se espera, campos hermosos y aldeas sonrientes. Estos son los cambios que algunos hombres no tienen, y como no los tienen, no temen a Dios.

I. Es un hecho triste que la tendencia general de la prosperidad es producir autoconfianza y olvido de Dios. Cuando la mano está llena y la bolsa llena, y el corazón tiene todo lo que puede desear, ¡qué peligro existe para que los hombres no se olviden de Dios!

II. Incluso la salud puede ser peligrosa. Puede ser una fuente de tentación. Puede estimular a los hombres a pecar. El mejor trabajo y el mayor trabajo no lo hacen los hombres y mujeres más fuertes del mundo, especialmente el trabajo que es de tipo moral y espiritual.

III. La ausencia de cambio produce la dureza de la naturaleza. Ningún hombre puede comprender los dolores y, por lo tanto, ningún hombre puede verdaderamente socorrer los dolores de otros que están perpetuamente preservados de tener sus propios dolores.

IV. La ausencia de cambio produce descuido de la eternidad. "Alma, relájate", es un sentimiento muy común entre aquellos cuyas circunstancias son en general bastante agradables. No tienen ningún deseo de ver a Dios, ningún deseo de estar con Dios. Que estén sin cambios, y no sienten que Dios es esencial para ellos en absoluto, y no le temen.

V. Todos los cambios de esta vida que nos inquietan, trastornan nuestros planes y destruyen nuestros placeres están destinados a atraernos y recordarnos que "aquí no tenemos una ciudad continua", que este no es nuestro descanso. Ese es un momento glorioso en el que el alma puede decir, sentir y decir: "Aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos una por venir".

E. Mellor, El dobladillo del manto de Cristo, pág. 311.

Referencias: Salmo 55:19 . Revista homilética, vol. xiii., pág. 327; Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 249; J. Martineau, Horas de pensamiento, vol. i., pág. 127.

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